El atleta representó a la Argentina en la edición de Atenas en 2004 y cuatro años más tarde compitió para Italia en Pekín. Sin embargo, los resultados los encontró en la prueba más exigente del mundo

Su última presentación fue en el Ironman de Bariloche. Quedó sexto y se fue conforme por la complicada preparación que había tenido en la previa. Un viaje a último momento, el cambio de clima y la diferencia horaria fueron algunos factores que jugaron en su contra.

Con 43 años, Daniel Fontana continúa en la alta competencia. Es un referente. Pero su historia se remonta a sus días en General Roca cuando su disciplina era desconocida. “Cuando empecé nadie hacía triatlón. Yo era un nadador bastante bueno, pero no excelente. Mis hermanas eran mejores que yo. De hecho, el entrenador que teníamos le dijo a mi mamá que las dos chicas iban a andar muy bien, pero que el pibe no tenía muchas condiciones”, reconoce entre risas en diálogo con Infobae.

Su figura es como la de un superhéroe. El cuerpo tonificado, su pelo rubio con corte hacia el costado y sus ojos de un verde penetrante conforman unos rasgos similares a los de Chris Evans cuando interpretó al Capitán América. Sin embargo, en su vida no hay nada de ficción, aunque su influencia le llegó a través de la pantalla chica. “Conocí el triatlón a través de un programa de televisión que hacía Pancho Ibañez, se llamaba El deporte y el hombre. Como en Roca se había roto la pileta, empecé a correr porque no tenía a dónde ir a nadar. Fue un poco de casualidad que me dediqué a esto”, dice con la sinceridad que lo caracteriza.

Sus primeros pasos no representaron ningún sacrificio. Su talento, constancia y dedicación le permitieron llegar a los Juegos Olímpicos del 2004, pero antes de su aventura por Grecia sufrió un traspié en la edición que organizó Australia cuatro años antes. “Para Sidney la Federación no me había tenido en cuenta, aún estando clasificado. Ellos me decían que no tenía ninguna oportunidad y la frustración más grande se dio cuando tuve una lesión muy grave en ese Preolímpico”, recuerda con nostalgia.

El golpe lo fortaleció. Del mismo modo que en los comic de DC o Marvel el protagonista supo afrontar su tragedia para encaminar su futuro en busca de una misión concreta. “Después de Sídney me prometí que no quería depender de nadie para ir a los Juegos Olímpicos. Como mi objetivo fue llegar a Atenas me dediqué a la clasificación y por suerte se me dieron los resultados”, relata con detalles puntillosos del evento que le dejó un sabor amargo.

En Europa fue uno de los representantes de la Argentina. Con las esperanzas renovadas y el espíritu olímpico encendido, Fontana quiso hacer historia en Vuliagmeni, pero una nueva frustración apareció en su carrera: “Me fue muy mal. Corrí lesionado, me pelee con la Federación y como no tuve el resultado que fui a buscar me dejaron de apoyar. Además, era todo muy desorganizado. No había presupuesto y nos dejaron muy solos. En mis días en Atenas nunca vi al presidente de la Federación. Fue muy triste, porque me sentí abandonado”.

Lejos del podio que fue ocupado por Hamish Carter, Bevan Docherty y Sven Riederer, Fontana regresó al país con la dicotomía que le imponía su edad. O continuaba apostando por el triatlón o se dedicaba a los números con su título de contador público. “Como en ese momento estaba radicado en Italia decidí dejar los balances por el deporte. Por suerte me contrató un equipo grande, que me dio un salto de calidad y me permitió llegar a estar entre los 15 mejores del mundo hasta competir en Pekín”, agrega.

En 2008 tuvo su revancha olímpica en Asia, pero una nueva desilusión se le presentó en China. “Intenté hacer la carrera de mi vida, pero me fue mal. Fue otro golpe en mi carrera. Desde ese momento tuve la necesidad de responder con resultados y llegué a ser subcampeón mundial en Estados Unidos. Esa fue la motivación que me hizo pasar a las largas distancias”, continúa sin titubeos.

Los triunfos en las ediciones del Ironman en Taiwán, Pucón y Pescara fueron un premio al esfuerzo. Algunas satisfacciones que le permitieron seguir con la mirada al frente en busca de más objetivos. Sin embargo, a Fontana le queda poca cuerda en la máxima competencia. “Mi proyecto más importante es el bebé que voy a tener dentro de dos meses. Por eso, cuando me retire quiero seguir ligado al deporte para ayudar a las generaciones que se vienen. Yo no tuve a nadie que me acompañe de joven y quiero que los chicos que se vienen no sufran lo mismo”, desliza con una conciencia social muy comprometida.

De todos modos, como se encuentra radicado en Europa, la incógnita se le presenta basada en dónde forjará los cimientos que formen la base de las generaciones venideras. “Todos los años hago dos viajes a la Argentina porque no puedo vivir sin saber lo que pasa en mi país. Todas las mañanas en Italia veo los diarios de Argentina y me divierto mucho. Los quilombos son muy distintos a los de Europa”, concluye con la tranquilidad de saber que sea cual fuere su destino, la experiencia que adquirió a lo largo de los años se la trasladará a los jóvenes que quieran convertirse en su sucesor de Ironman.

Articolo tratto dal sito infobae.com